Fotografía Contemporánea DIY

Conversación con Alberto García-Alix

PARTE I

El año 2015 Alberto García-Alix viaja a Valparaíso invitado por el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso para realizar una exposición y taller. En ese marco, concede un momento para conversar con GuerrillaZine sobre su relación con la imagen fotográfica, sobre el blanco y negro, sobre Valparaíso, y hasta de las drogas. La siguiente es una transcripción de la primera parte de una conversación que tuvo lugar en Valparaíso el último día de su estadía.

G: Alberto, ¿creo que te habían mencionado la revista GUERRILLA antes de esta entrevista?

A: Sí, y ya lo imagino, tener una revista de fotografía hoy en día, y gratuita,  no lucrar con ella… ¡Es que sois un milagro americano… bueno, chileno! (risas).

¡Gracias! Sí, la verdad es que nuestra intención fue apoderarnos del formato fanzine, y los números que publicamos se descargan por internet, la idea es que cada uno las pueda imprimir.

Entiendo, perfecto… es muy buena idea, muy buena idea… ¡Bonita!

Gracias, Alberto. Quisiera que habláramos sobre el acto de la fotografía, me interesa saber qué ocurre en el acto mismo de la toma; por ejemplo, yo suelo preferir el contacto emocional en una toma, cierto involucramiento…

Sí, te entiendo muy bien, porque para mí la fotografía siempre es un acto muy emocional; primero porque la fotografía ha sido siempre un espacio donde inventarme, no en lo que veo, sino esa fragmentación de la realidad que veo, donde yo me invento; me invento en una posición del plano, en la manera en que coloco al modelo, me invento una manera de mirar, ¿no? La fotografía para mí es un espacio para inventarse a uno mismo; es la única manera que yo puedo comprenderla.

¿Y qué pasa ahí en la toma, al ir al encuentro con el otro, hay una caricia, una violencia?

La cámara siempre es violenta. Una cámara de foto siempre es violenta; hay un enfrentamiento donde el fotógrafo se cobra en la imagen la intencionalidad de su mirada; pero es un enfrentamiento entre dos personas, yo en general cuando retrato, son en espacios muy cortos, es un tête-à-tête, ¿no? Y yo no robo fotos, no voy por la calle… bueno, a veces cojo una Leica y…, pero es otro tipo de trabajo, no voy a coger la gente a ver si los pillo, no; yo trabajo hablando con ellas.

Es una conversación…

Sí, primero teniendo una complicidad con el sujeto; voy a ponerme aquí, luego digo: “mira, ciérrame más el hombro, ponte acá…” voy a empezar a pedir. Además siempre desconfiamos, ¿no?, qué estará viendo el fotógrafo, siempre produce… no sé, a mí la cámara no me gusta, la cámara de fotos.

«Siempre la fotografía tiene un componente fatalista; es un certificado de presencia, pero al mismo tiempo es un gran certificado de ausencia»

Bueno eso es como común en los fotógrafos, al menos yo, también le tengo un poco de distancia al dispositivo, al aparato, me intimida verla. Y hay gente que alucina con ella, hay una relación fetichista con el objeto.

Yo tengo una relación fetichista con la mirada, con el objeto no, el objeto me da igual. Todos los aparatos pueden hacer buenas fotos, el problema es… A mi también me pasa, salir a la calle con la cámara, y la cámara pesa; y no sé por qué, pero cuando la coges con la mano, ¡pesa más! Primero hay que mirar, y hay que encontrar además una predisposición a mirar, me predispongo para salir aquí a la calle e ir de safari, ¿no? De safari fotográfico, una predisposición a encontrar; todo lo que hacemos cuando miramos por la cámara, inmediatamente cuando miramos por cámara, estamos viendo y pensamos si nos gusta, o no nos gusta… A partir de ahí, se encadenan mil preguntas: me gusta porque me gusta, o no me gusta porque no me gusta, porque estoy muy cerca, o más lejos; pero es el objeto que estoy viendo, luego son resonancias las que aparecen.

¿Y hay algo ahí? en esa búsqueda que convenimos es un acto violencia, ¿hay una suerte de conciliación con esa inquietud?

Para mí no, para mí todo es incierto; segundo, la fotografía es muy rápida, tiras una y rápidamente vas a buscar otra, son como latigazos de visión, lo bueno y divertido de lo analógico es que pasas diez o quince días sin revelarla, y es un tiempo que me da para soñar con lo que vi: si lo que vi, lo vi.

Me pasa con la foto, en el objeto, en la imagen, que tengo una relación de odio… porque me gusta verla, pero quisiera que el momento persistiera y es algo que no ocurre.

Cuando miro la cámara es presente, cuando veo la foto, es pasado: en la fotografía no somos como somos, somos como éramos. Siempre la fotografía tiene un componente fatalista; es un certificado de presencia, pero al mismo tiempo es un gran certificado de ausencia; todo lo que sale  en la foto está condenado a desaparecer, nosotros mismos; si te tomo un retrato, si el retrato es tuyo, tu te vas a morir como yo; la fotografía es ese espacio intemporal que queda detrás, una imagen.

En cuanto a la temática de tu trabajo, mi interpretación es que hay una intención de rescatar o enaltecer personajes, que tienden a ser marginales ¿y me parece que ese rescate responde a algo?

Yo no sé si marginal, es mi gente, es mi vida, yo no…

Son los tuyos

Exactamente, más que marginal.. marginales me parecen los políticos; yo lo que suelo retratar es a la gente con la cual establezco un vínculo. Sabes, la magia de la vida es el encuentro, el encuentro nos posiciona, nos mueve, nos detona; si te quedas aquí encerrado, no hay foto, si no sales no pasa nada, y luego es el con quién te encuentras. Esta mañana hemos ido ahí arriba, a un cerro donde hay una carpa… no son travestis, la palabra travesti es de prostitución, estos son más performistas, vestidos de mujer, ¿no? La magia de la vida hace que tu llegues ahí y que pidamos fotos y te presentan y nos han invitado a un café, gente encantadora, hemos estado ahí toda la mañana… esa es la magia, ¿ves? ¿Son personajes esos de mi vida? Pues no, pero están en  mi vida, y han estado tantas veces… Yo también tengo amigas que son así, he hecho fotografías de gente así, no he ido a sacarles el vestido de mujer ni nada de eso, he ido a hacerles unos retratos, no necesito bambalinas, ¿no? Ni lucesitas de colores. Lo prefiero así. El otro día fui a la cárcel, conocí a una chica en la cárcel, increíble, le hice una foto que me encanta. Digamos que esa es la parte más desconocida, pero el otro 70% es de gente que conozco, porque estableces más relaciones. Tres veces he ido a la cárcel aquí, tres veces he visto a esa chica. Si fuera cinco, si fuera seis, ya sabría mucho más de ella, sería distinto.

Fue esta semana, si no me equivoco, que fuiste a tomar fotos a la cárcel, ¿no? ¿Cómo fue la experiencia?

Muy buena, Rodrigo (Gómez Rovira), da un curso en la cárcel y fui con él a la cárcel y vimos a los presos y a tomar fotografías, pero además se vivió una lección de humanidad, pero es que de manera increíble, ellos empiezan a escribir y a contar, no sé, un sueño que han tenido, a contar lo que les ha pasado, si les enseño un libro de foto, ven la foto y luego escriben sobre lo que han visto… y todos lo que hablaron de lo que han sentido en este curso, hace pensar mucho, y muy bien, ¿no? Ver todo lo que da, y la sensación de humanidad, encantador, ¿no? Buenísimo.

Y qué esperas de esas tomas, ¿las contemplas para alguna muestra o algo?

No, yo vine aquí para hacer una exposición para el festival de fotografía, invitaron antes a D’Agata, a Anders y luego a mí.

¡Yo estuve en la residencia de D’Agata!

¡Psh.. pero que has tenido suerte!

Fue buenísmo, pero súper intenso también, duró una semana y lo que más rescaté de él fue su insistencia del por qué estábamos fotografiando lo que hacíamos, era una frase que siempre repetía: por qué. Y finalmente eso fue lo que me hizo descubrir que en la fotografía debe haber un sentido que uno debe tener claro.

Además la pregunta ésa, no se responde nunca.

Exacto, en la toma está sólo el intento.

Nunca se responde, pero eso es lo maravilloso, el ir preguntándose.

Joder, fíjate que genial que hayas conocido a Antoine… Es increíble. Por eso he venido, porque para mí es un desafío, yo conozco a Antoine, a Anders… Los tengo por amigos. Y cuando Anders me dijo, mira, me voy a Valparaíso a hacer un trabajo sobre la ciudad, yo dije, joder, que bonito debe ser Valparaíso, dónde estará eso, ¿no? No sabía ni dónde estaba…

Y con su nombre: “Valparaíso”…

¡Valparaíso! Si, pero me sonaba a puerto, desde niño, pero de repente lo ubicaba, sabes de dónde, de cuando se quemaron los cerros, pero cuando Andersen me lo contó, pues me pareció una cosa increíble, cuando ya me llamó Rodrigo y me invitó a venir, lo vi como un desafío. Claro, vienes aquí y es poco tiempo, ¿no? Son veinte días y una semana de curso, pero en ese tiempo tuve que hacer una visión de esta sociedad, de esto, y luego de quién soy yo aquí, ¿no? Tengo que ubicarme y dar de mí.. Porque me voy a quedar unido a esta ciudad, Valparaíso, siempre estoy ahí, me salga peor o mejor, pero es un cuerpo de trabajo.

Es gracioso, porque me pasa y varios me lo han dicho, que algo pasa en este puerto que la gente a veces quiere irse y algo pasa que no puede, algún retraso, percance, no sé, parece que el puerto no te suelta así no más. A propósito de Antoine, me estaba acordando de él y su experticia en las drogas, él quería probar la pasta base…

Sí, la conozco…

…Y no sabía donde conseguir papelillos, asi que lo llevamos en auto –él sabia ya dónde ir- lo dejamos ahí, dimos una vuelta corta y cuando volvimos ya estaba listo.

(Risas) Y cual es el problema, no? Llevas el dinero y listo. En esta vida, sin vicios, uno no es nada.

¿Y qué te pasa con las drogas, qué te provoca el tema?

Hombre, yo estoy por la legalización de la marihuana, lógicamente, y de hecho yo fumo marihuana. Yo he probado de todo, he vivido como un cosaco, ya no puedo, ahora el cuerpo no me da, pero la marihuana hace menos daño que el tabaco y el alcohol. La marihuana es otra cosa, yo abogo por su legalización, es una cuestión de justicia, ¿no?

A mi me da alegria, hay drogas que te ponen violento o pesado, la marihuana no es así.

Alberto, en cuanto a tu trabajo, todo tu trabajo es monocromático, análogo ¿no?

Todo es analógico, sí, y en blanco y negro, el 99% de mi trabajo es blanco y negro, porque me parece mucho más expresivo para lo que quiero ver.

Y justamente por eso, no quería preguntarte por el blanco y negro, sino por el color; me acabas de decir que el 99% es blanco y negro… ¿Y el 1%?

Pues.. eh… lo tengo por ahí en casa. Una vez hice un libro a color en los años 70s, en esos años trabajaba mucho la diapositiva, la trabajaba mucho cuando empecé, y a medida que crecí, usé el blanco y negro y lo encontré mucho más expresivo para lo que me gustaba. La fotografía a color la hacía para los encargos que me pedían. Muy poco. Hombre, si quisiera hacer fotos en color, tendría que recambiar totalmente lo que pasa en mi cabeza, lleva un tiempo de aprendizaje, «a ver, cómo es el color que me gusta, cómo es color que… qué es el color, qué expresa, dónde me reconozco en el color, con qué tipo de color», ¿sabes?

¿Y te pasa que ves en blanco y negro?

Sí, sí, sí… Yo cuando cojo la cámara, miro en blanco y negro. Según lo que veo en la cámara, es a color, pero en la mirada lo voy llevando a grises. Hay colores que cuando los miras en blanco y negro, cuesta más, los rojos intensos, o los azules intensos. Hay cosas que miro y pienso “qué linda sería esta foto en color”, pero no tengo cabeza de color, entonces voy en blanco y negro. Pero siempre hay momentos, sobre todo paisajes en los que uno dice, “pero que luz más bonita”, ¿no?

Agredecimientos a Alberto García-Alix, Freddy Ojeda, Rodrigo Gómez Rovira y al equipo FIFV.